Ver y proclamar a Cristo como el Hijo de Dios

Todo el mundo sabe que Jesús existe, pero muchos sólo lo conocen como uno más entre millones de hombres. Aunque para unos sea un poco más especial que para otros, sigue siendo un hombre común para todos ellos. Pero un día, la luz y la revelación divinas iluminaron los ojos de nuestro corazón y descubrimos algo. ¡Descubrimos que este Jesús es el Hijo de Dios! ¡Qué gran descubrimiento! Descubrimos que entre todos los hombres, hay uno que es el Hijo de Dios. ¡Esto es verdaderamente maravilloso! Cuando una persona recibe al Señor Jesús como su Salvador, y confiesa que Él es el Hijo de Dios, está dando un paso trascendental y muy importante. No es una experiencia que pueda pasar desapercibida, pues se trata de un momento trascendental para la vida de una persona.

Si percibimos cuán importante y maravilloso es este descubrimiento, ciertamente testificaremos inmediatamente: “¡He encontrado al Hijo de Dios!”. Ciertamente proclamaremos con voz alta: “¡Jesús es el Hijo de Dios!”.

Hermanos y hermanas, nunca piensen que nuestra fe es algo insignificante. Debemos darnos cuenta de que nuestra fe es algo maravilloso. Saulo tenía que proclamar esto en las sinagogas porque sabía que el descubrimiento que había hecho era maravilloso en extremo. Nosotros también haremos lo mismo, si nos damos cuenta de cuán maravilloso es lo que hemos visto. ¡Jesús de Nazaret es el Hijo de Dios! Este es un hecho muy maravilloso y glorioso.